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Muchas canciones se refieren a esta etapa de la vida. Algunas de ellas nos traen gratos recuerdos, revelando entonces que no son simples canciones, pues les hemos atribuido un valor emotivo, ya sea de un acontecimiento vivido o de una etapa de nuestra vida. En mi adolescencia se hizo famosa «La juventud», de Charle Aznavour , hecha pública en 1956, y que luego fue presentada por Fernando Villalona en una nueva versión musical, en 1991. Las dos primeras líneas dice:

La juventud no quiere ni llanto ni dolor, ni guerra ni temor
la juventud prefiere vivir con el amor.

(Nota: Tomemos en cuenta que estas palabras tienen mayor sentido si tomamos en cuenta que apenas habían transcurrido once años de haber finalizado la cruel segunda guerra mundial, en la que murieron cincuenta y cinco millones de personas)

Interesantes son las letras de la canción «La juventud», de Luis Miguel, de la producción «Directo al corazón», de 1982. En su tercer estrofa señala:

Cantemos todos porque la juventud
viene marchando, es una gran multitud
que trae al viento la bandera de la paz
todo cambiará, todo cambiará.

Todas estas palabras recogen el sentir de la juventud de esos años; no obstante, por encima de toda época y cultura esta etapa de la vida se distingue por: la energía desbordante que tiene, los sueños o anhelos que superan sus pensamientos y deseos, el impulso a la aventura, de conocerlo y probarlo todo; el duro cuestionamiento que hace a las normativas, la valentía desmedida pero con poca prudencia, la demanda que hacen para un mayor margen de libertad, etc.

Ser joven es una etapa que se nos brinda como una gran oportunidad en la vida, de aquí que no debe ser derrochada, sí bien aprovechada para definir proyectos de vida y desarrollar el potencial que tiene. No debe ser truncada por el desenfreno y las drogas, sí para ensanchar las posibilidades de buenas amistades y oportunidades. No para ensimismarse sino para descubrirse en una buena relación con Dios y abrirse al servicio hacia los demás.