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Hay quienes piensan que no es posible ser fiel en el matrimonio, y por extensión, creen que tampoco es posible en la vida sacerdotal. La explicación de esa opinión pueden tener causas variables: mal ejemplo en el hogar donde se creció, una mala experiencia amorosa, pobre formación en los valores fundamentales, éticos morales y espirituales, contexto social y cultural adverso a la estabilidad matrimonial, etc. Pero comparto desde ya que, sí es posible ser fiel a Dios, al matrimonio, a la familia, a las buenas costumbres y valores.

Hay que señalar que la fidelidad es el primer y principal fruto del amor, y cuando éste es verdadero es fácil ser fiel.  ¿Qué es la fidelidad? Para responder acojo la definición que da la Real Academia Española: fidelidad es la «lealtad, observancia de la fe que alguien debe a otra persona.» Una segunda precisión nos la ofrece el diccionario virtual de Oxford Languages: «Firmeza y constancia en los afectos, ideas y obligaciones, y en el cumplimiento de los compromisos establecidos.» Observemos que hay palabras claves en ambas descripciones que debemos siempre tomar en cuenta cuando se trata de la fidelidad: lealtad, fe, firmeza, constancia y obligaciones hacia otra persona, y con mayor razón hacia Cristo Jesús.

Ahora, la fidelidad requiere de:

  1. Hay que alimentar y cuidar el amor.
  2. Hay que dominar cuatro sentidos para no caer en la infidelidad: la vista, el oído, el contacto físico y la imaginación.
  3. Invertir tiempo de calidad con Dios y la persona amada.